viernes, 8 de febrero de 2013

ÁLBUM DEL AÑO 2013: Channel Orange: Frank Ocean.


El pri­mer LP ofi­cial de Frank Ocean llegó  pre­ce­dido de la tor­menta desatada por él mismo a tra­vés de su Tum­blr tras publi­car una carta dedi­cada a un amor de juven­tud, un chico, con el que zan­jaba toda la rumo­ro­lo­gía 2.0 que se movía por dife­ren­tes foros de Inter­net y por Twit­ter. En esa carta, más emo­tiva que cla­ri­fi­ca­dora, Frank Ocean narraba la his­to­ria que vivió con aquel pri­mer amor cuando tenía 19 años, en un tono afec­tado y reco­rrido por la nos­tal­gia de los amo­res de verano. Frank Ocean conoce per­fec­ta­mente el pulso de su gene­ra­ción y para su pri­mer largo nos asalta con un disco cla­ra­mente influido por la cul­tura Tum­blr, en el que se mez­clan las con­fe­sio­nes ínti­mas a extra­ños con el alarde del con­sumo de dro­gas, ela­bora un gran mosaico de influen­cias opues­tas y biza­rras y ensalza la figura del yo como un ente heroico. Puro 2.0.

Todo lo men­cio­nado podría pare­cer baladí pero en ‘Chan­nel Orange’ (Def Jam, 2012) Frank Ocean fini­quita con infi­nita maes­tría y mano izquierda una pre­gunta que flo­taba en el aire desde que D’Angelo sacase su último larga dura­ción allá por el año 2000: ¿está vivo el soul/R&B en el siglo XXI? Y la res­puesta es un evi­dente y enorme sí. La pirueta que supone este debut en pleno 2012 se anto­jaba a priori casi impo­si­ble: hacer un disco per­so­nal, que a su vez reco­giese las señas de iden­ti­dad de un género a día de hoy coma­toso, pero sonando moderno y desa­fiante, suave y duro a un tiempo. El inte­grante del colec­tivo Odd Future nos mues­tra de qué pasta está hecho y no solo sale vic­to­rioso del envite, sino que lanza un disco de debut que se eri­girá con el paso del tiempo en pie­dra de toque del género, ade­más de que irá dejando caer sin­gles durante un par de años como mínimo.

Frank Ocean plantea interludios con recortes televisivos y con fragmentos de “Miedo y Asco en Las Vegas”, una flamante variedad de rítmicas, un catálogo de melodías que van desde los aires inquietantes, desconsolados, hasta las esencias más urbanas y frescas, explora diversos atributos del Hip Hop en la fantástica “Super Rich Kids” junto a Earl Sweatshirt, una crítica decente a los hábitos y tendencias demasiado frívolas para el tiempo tan catastrófico y poco consciente que estamos viviendo. Aunque las letras que Ocean escribe y en las que se siente visiblemente cómodo e identificado son las referidas al desamor y la sensación de vacío existencial provocado por la melancolía y emociones no correspondidas, durante el largo podemos observar referencias claras a la clasista realidad económica y sus injusticias, acentuación particular con el tema del dinero y el materialismo –“Not Just Money”–, destellos noir y referencias a la estética urbana del Sur de California, con viñetas que hablan de palmeras inundadas de sol y superficialidad, pistas de tenis y demasiado maquillaje. Las drogas y su problemática también se tratan en la plegaria “Pilot Jones”, uno de los tracks más sentidos del trabajo. “Pyramids”, por su parte, además de hacer las veces de tema núcleo de “Channel Orange”, representa la gráfica más asombrosa que se haya podido crear sobre el virtuosismo al que viaja sin frenos Frank Ocean; la historia de un amargado y desempleado que observa impotente a su pareja como se viste, acicala y prepara para ingresar en un club de striptease, ambientada con elementos Electro-Soul, esencia beat-abstracta por momentos y cambios de guión Funk-insuflados que, por extensión, nos conectarían con la obra maestra de Stevie Wonder “Do I Do”, observando en “Pyramids” una desolada y penitente versión actual de aquella gran composición.

La orgánica concepción del disco sigue su transcurso casi sin que la escucha se resiente después de la maratón de más de 10 minutos, llegan las baterías sincopadas, riffs resplandecientes y sencillez de “Lost” o el interludio junto a John Mayer, músico sublime que aporta con su guitarra uno de los factores clave del conjunto total. El bassline inicial de“Monks”, la repentina aparición y fuerza de las baterías nos conecta de nuevo con la década de los 70, no se abusa de los destellos electrónicos y tampoco del poderío Funk, planteando una riquísima ambigüedad entre presente y pasado, con un Ocean profesando una versatilidad y amplitud de miras de un artista que no se limita a contar historias y darles corporeidad, un tío que se esfuerza en dar una clase exquisita y apropiada a cada viñeta de su película independiente. Llega “Bad Religion” y vuelve a trasladarnos con religiosidad –esa actitud que también está sobrevolando el ambiente de “Channel Orange” de manera a veces irónica y de tanto en cuanto respetuosa– a un banco olvidado en la segunda fila de una iglesia, para contarnos una de las escenas más auténticas y conectadas introspectivamente con su autor. Una sentida rendición a la soledad y a los gemidos internos, una declaración de amor solitaria dictada dentro de un refugio oscuro y tan solo habitado por la esperanza del presente, un dibujo de esos encuentros furtivos y sensación de sentimientos no expresados que todos conocemos de alguna manera.

Channel Orange podría ser el mejor disco en la categoría de álbum del año, no por nada es el más aclamado de 2012, la desventaja de Frank Ocean es el género, R&B no suele ganar el premio y el concepto ha causado un poco de polemica, si mencionar que es artista nuevo y fue ignorado en algunas categorías del género. La verdadera contienda en la que Ocean está bien parado es en Mejor Nuevo Artista, las apuestas están sobre él y es de lejos, a pesar de contar con una categoría muy completa este año el que merece el reconocimiento. El único obstaculo que tiene, es un grupo pop con una buena recepción comercial y nomnaciones en las cuatro categorías generales.

En “Channel Orange”, observamos el nacimiento de un virtuoso de nuestro tiempo, un talento elegante y honesto, humilde y plenamente dedicado a su pasión por trasladar sus experiencias al oyente. Un Frank Ocean desquitado de artificios o demasiados complementos, que plantea un álbum extenso y repleto de símbolos sensitivos que todos conocemos, impregnados de esa cadencia y aura solitaria inspirada por el amor anónimo y no resuelto, un romanticismo de serie B que se refugia en ambientes noir-infectados, divagando como un héroe predestinado a no encontrar un sentido o alivio para sus dolores. Todo ello acompañado de una versatilidad instrumental y luminosidad que hacen de este larga duración, la mejor noticia que el Soul / R&B han recibido este año junto a la trilogía “Art Dealer Chic” de Miguel. Simple y llanamente, “Channel Orange” propone una fascinante, elegante y rica visión de la nocturnidad y la soledad más urbana, un comunicado maduro y que sobre todo se sitúa por encima de todo el morbo, la controversia, las habladurías y estúpidos debates que están despertando otras cuestiones que nada importan cuando se habla de música.

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